18 DIC 2014 | Nutrición

SALTEN: Dan a conocer conclusiones del novedoso programa nutricional

Se implementó en Buenos Aires y apunta a facilitar el acceso a frutas y verduras y promover recreos activos en las escuelas impulsa actitudes saludables en los chicos.

Teniendo en cuenta que en la Argentina la obesidad infantil es un problema de salud pública que crece, dos años atrás un grupo de investigadores de ILSI-Argentina, liderado por la médica Irina Kovalskys, se propuso estudiar qué ocurriría en los chicos de escuelas primarias públicas de Buenos Aires ante una serie de intervenciones dirigidas a mejorar sus hábitos vinculados a la salud nutricional y la actividad física. La iniciativa se basó en el conocimiento de que si se actúa sobre éstas variables se podrá influir de manera directa en el balance energético de una población que tiene amplia prevalencia de sobrepeso y obesidad. Así nació el programa SALTEN (siglas de Sanos, Activos, Libres de Enfermedad crónica No Transmisible), www.salten.org.ar, que se realizó entre 2013 y 2014, y cuyos primeros resultados se acaban de dar a conocer.

Entre otras cosas, los investigadores concluyeron que el garantizar el acceso diario a frutas y verduras y brindarles información desde un enfoque motivacional –nunca desde el deber– es una estrategia exitosa para cambiar las actitudes y comportamientos de los chicos frente a la comida y que sigan dietas saludables. Lo mismo se vio en cuanto al mantenerse en movimiento: aquellos niños que en los recreos tenían sogas o elásticos y un profesor que los guiaba en el juego mejoraron notablemente la cantidad y calidad de su actividad física.

“SALTEN desplegó una serie de acciones que apuntaron a fomentar tanto el consumo de frutas y verduras como un mayor movimiento por parte de los más chicos”, cuenta Irina Kovalskys, quien aclara: “En sólo dos años es muy difícil obtener en los programas de prevención de obesidad resultados ‘duros’ –como bajar los índices de masa corporal y que mejoren las prevalencias de sobrepeso y obesidad–, pero queríamos ver si podíamos tener resultados positivos en términos de hábitos”. A eso apuntaron y eso comprobaron.

“El marco teórico en el que se basó la investigación implicó trabajar sobre el individuo pero considerando su ambiente. Esto es muy importante, porque eso nos definió el modelo de actuar y tuvo que ver con alguien que elige, que tiene gustos y preferencias, y que para elegir mejor debe educarse, y al que nosotros también le vamos a facilitar el acceso ambiental a lo que necesita”, contó Kovalskys. Para eso el programa se dividió en un componente “educativo” y en un componente “acceso”.

Para el primero se armaron fichas educativas sumamente atractivas con información centrada en el aspecto motivacional (poniendo énfasis en la diversión, el placer) de consumir frutas y verduras, hidratarse correctamente y hacer ejercicio, y que fueron supervisadas por el ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires. Las fichas se trabajaron con el maestro y después fueron llevadas al aula. “Esto generó un beneficio secundario del programa que fue que aprendieron alumnos y maestros”, explica Kovalskys.

Para el componente “acceso”, SALTEN encargó a dos arquitectas de la Universidad Di Tella el armado de un carro especial para contener las frutas. De esta manera, todos los chicos de la escuela podían adquirir fácilmente frutas de estación durante los recreos; además, se realizaron degustaciones mensuales de alimentos que quizás eran más desconocidos como el kiwi. Y se proveyeron elásticos y sogas para los recreos activos, además de que se pintaron los patios para invitar a jugar.

En los carritos los chicos tenían que comprar la fruta, no se les regalaba. “Eso también tiene un eje teórico: el consumo del alimento está subsidiado por el programa (el precio es mucho menor al del mercado; ellos pagaban primero 0,50 centavos y después $1), pero el hecho de que la tuvieran que pagar, hizo que la valorizaran porque si la obtienen de manera gratuita la tiran o la guardan en las mochilas y se las llevan a la casa”, señala Kovalskys. “Lo que fue muy importante es que el programa posicionó a alimentos como frutas y verduras no solamente como algo que hace bien sino también como algo que forma parte del ambiente escolar”, reflexiona la especialista y cuenta que un día después de un feriado el carro no abrió porque no habían logrado reabastecerlo y que fue conmovedor ver a los niños de los grados más chicos, de 6 y 7 años, formando fila con la monedita en la mano esperando para conseguir sus frutas.

Las claves de SALTEN

El primer año, el programa se realizó en niños de 4º y 5º grado (9 y 10 años); y de 5º y 6º (10 y 11 años), el segundo. Fue en ocho escuelas públicas de la localidad bonaerense de Morón. En cuatro, se hizo una intervención activa, fomentando el consumo de frutas y verduras con la presencia del carro y la realización de recreos activos guiados por un profesor de educación física. En las otras cuatro escuelas (las llamadas “control”), alumnos del último año de la carrera de Nutrición de la Universidad de Morón hicieron talleres de hábitos saludables (uno de educación en actividad física y otro de educación nutricional), pero no estuvo disponible el componente “acceso” (esto es ni el carro ni la presencia de alguien que guiara el juego durante el recreo).

En total participaron y fueron evaluados 760 alumnos, a quienes se pesó, midió y se les hicieron cuestionarios de ingesta y de actividad física al inicio del programa, a los 6 meses, 12 meses y 18 meses.

Aunque todavía faltan procesar los últimos datos, SALTEN ya aportó algunas conclusiones que vale la pena resaltar; de hecho, varios de sus resultados fueron presentados en el Congreso Argentino de Diabetes, realizado en Mar del Plata, y en el Congreso Mundial de Nutrición y Salud Pública, en Las Palmas de Gran Canaria, España.

“Nos dimos cuenta de que el componente ‘acceso’ fue una de las cosas que mejor funcionó”, dice Kovalskys. Y explica: “Desde el principio se le preguntó a los chicos ¿cuán fácil les resulta el hecho de comer una fruta en la escuela? Al comienzo, tanto en el grupo control como en el intervención todos ponían un score de dificultad; a medida que el programa fue avanzando, en las escuelas intervención casi el 100% de los chicos pasaron a poner ‘fácil’. Desde el punto de vista de gobierno, si se preguntan dónde deberían poner los esfuerzos para que un programa sea exitoso, ahora saben que debería ser, en primer lugar, en el acceso porque demostramos que funciona”.

Según Kovalskys, otra lección fue que hubo un contagio muy fuerte y evidente a los primeros grados, cuando el programa no trabajó sobre ellos. “Y como vimos que la trayectoria del sobrepeso y la obesidad ya es muy difícil de modificar cuando llegan a los 10 y 11 años, comprendimos que hay que empezar más temprano. Nosotros conseguimos muchas modificaciones de hábitos, pero no alcanza en términos de un programa que trabaja para prevenir el sobrepeso y la obesidad porque llegamos cuando ya están instalados. Hay que actuar antes”.

Al comienzo del proyecto, el 50% de los chicos que participaron tenía sobrepeso u obesidad. “Esto lamentablemente no cambió”, señala Kovalskys. Pero destaca que “en general, en los autorreportes, los chicos de las escuelas intervenidas muestran diferencias muy significativas en términos de mayor incorporación de frutas, e inclusive de verduras nuevas”.

En cuanto a la Actividad Física No estructurada (AFNE), que es la que los chicos hacen jugando, y la que muchos estudios muestran que es la que más influye sobre el gasto de energía, el estudio evidenció que ésta declinó a los 12 meses en los dos grupos. Sin embargo, los investigadores concluyen que eso se debe a algo relacionado con la edad, porque cuando crecen los chicos tienden a hacer menos actividad física. “Con todo, este decremento es significativamente menor en el grupo intervenido. O sea, que nosotros vamos contra la naturaleza”, se entusiasma Kovalskys.

Por último, la investigadora de ILSI Argentina señala que “otra lección es la importancia de que los científicos puedan hacer trabajo en campo, sobre todo dentro de las escuelas. Hay mucho temor respecto de dejar entrar a la investigación científica a las escuelas y creo que es muy necesario. Al mismo tiempo, se tiene que valorizar que la información que se obtiene vuelve; que no es algo que sólo sirve para una publicación científica, sino que vuelve a quien tiene que volver: la población que se va a beneficiar de ella”, concluye.